Editorial: CAPITAL INTELECTUAL
El libro compila nueve conferencias, comunicaciones breves y
entrevistas en las cuales Claude Lévi-Strauss despliega su particular visión
del Japón. Los textos cubren temas tan disímiles como el arte, la técnica
culinaria, la mitología, los relatos de diversos viajeros o la dialéctica
eterna entre tradición y cambio.
No faltan los habituales recursos del maestro
del estructuralismo: las citas de Montaigne, Rousseau o Chateaubriand, las
analogías con mitos griegos y norteamericanos, la expresión barroca, la
comparación sorprendente, la frase memorable. Tampoco la osadía de las
hipótesis y las oposiciones: así, un "bulevar terrestre" entre Asia y
América explica la circulación prehistórica de ideas, objetos y tradiciones
(pp. 23-24); un canto isleño es una variación de un tema helénico "En el curso de una visita que
hice en 1983 a Iheya-jima, en el archipiélago de las Ryukyu, escuché un canto
ritual que se me tradujo palabra por palabra. Para mi sorpresa encontré allí
una historia ya relatada por Heródoto, que la situaba en Lidia" (pp. 38); hay una oposición posible
entre Japón (originalmente pobre en recursos naturales pero rico en recursos
sociales) y América (rica en recursos naturales pero pobre en sociales); e
incluso se propone que Japón (punto extremo de Asia en el Este) y Francia (punto
extremo de Europa en Oeste)"...puedan ilustrar los estados simétricos
de una serie de transformaciones" que
abarca nada menos que a Eurasia (pp. 39). Al fin y al cabo, "la cara
oculta de la luna" refiere a la mirada comparativa de japonólogos y americanistas,
y se contrapone con la "cara visible" de un conocimiento canónico que
cifra la historia del mundo antiguo en Egipto, Grecia y Roma.
Algunos de los temas tratados son previsibles: el despojamiento,
la austeridad y la economía de medios del arte japonés; la relación estrecha
entre mito e historia; la influencia del budismo, el taoísmo o el hinduismo en
el cultivo de cierto desprecio por el "yo" occidental, apariencia
vana destinada a disolverse, así como también en la muy razonable sospecha de
la condición inefable de lo real que por definición trasciende nuestra
capacidad de expresión y reflexión.
Otras observaciones, en cambio, resultan más originales: la
interpretación en clave estructural de la obra pictórica de Sengaï (pp.
93-107); la función de la televisión en la habitación principal de las casas
okinawenses más allá de que nadie la mire (pp. 80); el gusto por los juguetes
de los grandes hombres de negocios (pp. 95); la diferencia entre el artesanado
japonés y occidental, que pasa menos por la supervivencia de técnicas que por
la continuidad de las estructuras familiares (pp. 52-53); la comparación entre
la literatura occidental y la opacidad psicológica de las acciones humanas en
los mitos nipones:"Tanto en el Gengi como en Rousseau, con varios
siglos de distancia, reconocí una relación del autor con sus personajes que, en
Occidente, se manifestará mucho más tarde, por ejemplo en Dostoievski y en
Conrad. La idea de un fantástico psicológico, de una opacidad de las
capacidades humanas a las que no es posible aprehender más que a través de sus
manifestaciones externas y sus resultados, sin estar jamás en condiciones de
comprender las verdaderas operaciones psicológicas que se desarrollaron en la
cabeza de la persona y que, al mismo tiempo, da la sensación de estar delante
de la verdad, de que se trata de cosas que pueden pasar, que suceden
efectivamente en la realidad" (pp.
54-55).
También resultan interesantes las páginas sobre la
proto-etnografía nipona del jesuita Louis Fróis o del inglés Basil Chamberlain,
que reportan costumbres como enhebrar la aguja poniendo el agujero sobre el
hilo, montar a caballo por la derecha o mover las herramientas en un sentido
inverso al occidental, que Lévi-Strauss pone en relación con las observaciones
de Heródoto sobre el antiguo Egipto (la mujer orina de pie mientras el hombre
se agacha, la mujer comercia en el exterior y el hombre queda en la casa, etc.),
para afirmar que con estas inversiones simétricas entre instituciones
extranjeras y las propias los observadores las ubican en un mismo plano
valorativo, domesticando su singularidad y volviéndola inteligible.
De igual modo sorprende gratamente la pequeña etnografía del
archipiélago okinawense de Ryukyu (pp. 77-86), por más que la mirada
lévi-straussiana no deje de ser un tanto romántica: encuentra huellas de
organización dualista y asegura que el mundo mítico está presente sin fisuras
en la cotidianeidad aldeana -de hecho Junzo Kawada, prologuista del volumen, le
echa en cara su mirada indulgente sobre el Japón corrigiéndolo cortés pero
decisivamente en la entrevista que cierra el volumen (pp. 143).
Más allá de algunas intuiciones agudas, no obstante, para el
entusiasta lévi-straussiano la compilación tiene algo de decepcionante. Se
percibe más oficio que inspiración y las repeticiones entre los textos son
excesivas. La letanía de los honores, las cortesías y los agradecimientos hace
que la trama institucional de los financiamientos y los intercambios académicos
sea demasiado transparente. Lo cierto es que el libro carece de la frescura de
las mejores compilaciones lévi-straussianas, como Antropología Estructural o La
mirada distante. Podría atribuirse el hecho a varias razones. La primera, a
tono con el tema, podría ser el presunto apego oriental a la etiqueta, a la
fórmula y a la ritualidad. La segunda podría tener que ver con la progresiva
canonización de Lévi-Strauss como último ancestro heroico de la antropología.
La tercera, con el hecho de que al fin y al cabo se trata de una compilación de
textos secundarios o al menos tardíos; sería injusto exigirles, entonces, que
estén a la altura de sus obras fundamentales, redactadas en el apogeo creativo.
Pero más que en la propia cultura japonesa, o en la condición
etaria o profesional del último Lévi-Strauss, tal vez haya que buscar el motivo
de esta falta de vigor en el simple hecho de que no se trata de un libro
propiamente dicho. En este sentido todo apunta a la avidez comercial de los
editores, que reúnen unos cuantos textos de figuras de renombre para llenar un
centenar de páginas póstumas en letra de buen tamaño y compaginar best sellers
prêt-à-porter: de hecho la obra contiene descuidos notorios como la puntuación
idiosincrásica (ej. "Finalmente
sobre, la cocina diré apenas..." (pp.
60), o bien signos invertidos (en pp. 87, 88, 90 y passim) y hasta curiosidades
como la atribución de la ideología tripartita de los indoeuropeos a
"Duzemil" (Georges Dumézil) (pp. 38).
Fuente:http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1851-16942012000200013&script=sci_arttext
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