La mentira es una práctica arraigada en los sistemas vivos y ha sido
optimizada mediante la evolución natural.
¿Es la mentira lo que ha incrementado la
complejidad de los sistemas nerviosos y nuestra inteligencia? ¿Es
la guerra de armamentos entre bribones e incautos el motor de la evolución
cognitiva? No es
una idea tranquilizadora para quienes sueñan con un mundo en armonía y sin
conflictos, aunque es la conclusión preferida por muchos biólogos y el singular
Robert Trivers (Washington D. C., 1943) entre ellos.
Aunque los detractores de la ciencia acostumbran
a tildarla de encorsetada, en el mundo anglosajón abundan las rutas inusuales y
los personajes excéntricos. Trivers, profesor en la Rutgers University, es un
auténtico “maverick”. Sus comienzos fueron erráticos. Empezó siendo matemático,
se pasó a la Historia y al Derecho, se interesó por la biología y, sin tener
una educación sistemática, acabó siendo uno de los biólogos evolutivos más
influyentes. El autor de La
insensatez de los necios estuvo
inmerso en la cultura contestataria de los 60 y 70. El ajetreo de la época, el
consumo de sustancias paralegales, su carácter destemplado y algunas crisis de
tipo bipolar hicieron peligrar su carrera. Sin embargo, escribió cinco trabajos
imprescindibles que cambiaron totalmente las aproximaciones a la cooperación
humana, las relaciones entre padres e hijos o los celos. Y todo desde una perspectiva
darwinista radical, en función de los mismos vectores que regulan la
perpetuación de los organismos. E. O. Wilson y otros sociobiólogos le
consideran como uno de los teóricos más incisivos de la biología.
Trivers hizo contribuciones pioneras a las raíces
evolutivas del comportamiento. Se le asocian conceptos como el “altruismo
recíproco” (la inversión “sacrificada” debe ser entendida como autointerés
cuando se espera que el beneficiario pueda sufragar esa deuda en el futuro) o
la “inversión parental” (los machos y las hembras tienen intereses genéticos
distintos, como lo son a su vez los de los hijos. Esto propicia estrategias
parentales que son antagónicas a menudo). Esa visión es fundamental en la
ecología del comportamiento (otra forma de referirse a la “sociobiología”), que debe a Trivers fecundas intuiciones y hallazgos que han aprovechado
popularizadores como Dawkins o Pinker.
En La
insensatez de los necios, Trivers desarrolla ideas tomadas de
trabajos anteriores y las pone al servicio de algo que conoce bien: el
significado del engaño y de las particularidades de su mecánica. La mentira es una práctica arraigada en los
sistemas vivos y ha sido optimizada mediante la evolución natural. No solo
los seres humanos mienten. Se han documentado un sinfín de
alambicados ejemplos en que los seres vivos emplean la mentira con el único fin
de medrar a costa ajena. Desde
la emergencia del lenguaje, los humanos vivimos en entornos sofisticados
formados por mentirosos y por víctimas de sinvergüenzas, de manera que la
identificación y la evocación del engaño están coevolucionando en términos de
complejidad y eficiencia. El mejor mentiroso no es aquél que simplemente engaña
o confunde al prójimo, sino quien consigue mentirse primero a sí mismo para no
desvelar así las señales típicas de quien es consciente de que no dice la
verdad y que el otro podría leer. En un ensayo donde brilla el talento, la
profundidad y también la idiosincrasia del autor, Trivers utiliza la ciencia de
vanguardia a la vez que lo va trufando con un torrente de anécdotas personales.
Se presenta a sí mismo como un ser humano lleno de contradicciones, que cae a
menudo en engaños y autoengaños. Nos regala atisbos de sus apuros con el sexo
opuesto, sobre todo en las relaciones con sus parejas, y sorprende su confesión
de tener un sesgo favorable a los estudios sobre las ventajas de la marihuana,
una afición que le ha reportado notoriedad.
Seguramente por la enojosa condición de ser un tipo de izquierdas que sostiene conceptos que, en la academia americana, son vinculados con la derecha, dedica un apreciable espacio a denunciar a Israel, al papel de los Estados Unidos en el mundo y a la conquista de América por los españoles. Cuando emprende esa autodefensa es cuando, quizá, se mueve en terrenos próximos al autoengaño que tan bien conoce. No tiene empacho, por ejemplo, en especular que el subcontinente americano pudo haber sido visitado por los fenicios. Según sus palabras, “la construcción de teorías sociales sesgadas es otra fuente de autoengaño; todos creamos teorías sociales que están al servicio de nuestras posiciones”. Si ustedes leen su libro comprenderán por qué le pasan estas cosas a uno de los mayores talentos actuales y a cualquiera de nosotros.
Seguramente por la enojosa condición de ser un tipo de izquierdas que sostiene conceptos que, en la academia americana, son vinculados con la derecha, dedica un apreciable espacio a denunciar a Israel, al papel de los Estados Unidos en el mundo y a la conquista de América por los españoles. Cuando emprende esa autodefensa es cuando, quizá, se mueve en terrenos próximos al autoengaño que tan bien conoce. No tiene empacho, por ejemplo, en especular que el subcontinente americano pudo haber sido visitado por los fenicios. Según sus palabras, “la construcción de teorías sociales sesgadas es otra fuente de autoengaño; todos creamos teorías sociales que están al servicio de nuestras posiciones”. Si ustedes leen su libro comprenderán por qué le pasan estas cosas a uno de los mayores talentos actuales y a cualquiera de nosotros.
Fuente: http://www.elcultural.es/revista/letras/La-insensatez-de-los-necios-La-logica-del-engano-y-el-autoengano/33649
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