jueves, 20 de octubre de 2016

LA LOCURA DEL SOLUCIONISMO TECNOLÓGICO

Evgeny Morozov
Editorial: Capital Intelectual

Dentro de poco tiempo, la tecnología nos permitirá resolver problemas de maneras altamente originales, así como realizar sofisticadas intervenciones a gran escala en los ámbitos de la política, la cultura y la vida cotidiana. La tentación de la era digital es la de arreglar todo -desde el crimen y la corrupción hasta la polución o la obesidad- por medio de estrategias digitales de cuantificación. 

Sin embargo, una vez que los dilemas políticos y morales más profundos y persistentes se transformen en cuestiones no controvertidas y fácilmente manejables por medios tecnológicos, ¿qué resultados tendrá este "solucionismo"? ¿Sabemos acaso cómo nos afectará? 

Si cambiamos las motivaciones de nuestro comportamiento cívico y moral, es probable que cambiemos también la naturaleza misma de dicho comportamiento. Con el argumento de que necesitamos con suma urgencia una manera nueva de debatir las consecuencias morales de las tecnologías digitales, La locura del solucionismo tecnológico nos advierte sobre las trampas y los peligros de la fantasía, no tan lejana, de un mundo de eficiencia sin fisuras.  

EVGENY MOROZOV Y LA UBERISACIÓN DEL MUNDO (Leer artículo competo en: http://www.editorialcapin.com.ar/principal/repercusiones)

Al convertir a particulares con vehículo en choferes ocasionales sin estatuto, la sociedad Uber no sólo logró enfurecer a los taxistas profesionales de distintas partes del mundo: su nombre simboliza hoy el vínculo entre las nuevas tecnologías y la precarización laboral. Silicon Valley al rescate del neoliberalismo.

Hace ya casi diez años que somos rehenes de dos conmociones. La primera es producto de Wall Street; la segunda, de Silicon Valley. Uno y otro se complementan de maravillas en el papel del policía malo y el policía bueno: Wall Street predica la penuria y la austeridad; Silicon Valley exalta la abundancia y la innovación.

Primera conmoción: la crisis financiera mundial, que terminó en un salvataje del sistema bancario, transformó al Estado social en un campo de ruinas. El sector público, última muralla contra las avanzadas de la ideología neoliberal, quedó mutilado, o incluso completamente aniquilado. Los servicios públicos que sobrevivieron a los recortes presupuestarios tuvieron que aumentar sus tarifas o se vieron obligados a experimentar nuevas tácticas de supervivencia. Así, algunas instituciones culturales, a falta de una solución mejor, debieron apelar a la generosidad de los particulares recurriendo al financiamiento participativo: como las subvenciones públicas desaparecieron, no les quedó más elección que entre el populismo de mercado o la muerte.

La segunda conmoción, en cambio, es bastante bien vista. En este caso, en el que se trata de digitalizarlo todo y conectarlo todo a Internet –un fenómeno perfectamente normal, según los inversores capitalistas–, las instituciones deben escoger entre la innovación o la muerte. Silicon Valley asegura que la magia de la tecnología va a deslizarse muy naturalmente hasta el más mínimo rincón de nuestras vidas. Oponerse a la innovación equivaldría entonces a renunciar a los ideales de la Ilustración: dirigentes de Google y de Facebook, Larry Page y Mark Zuckerberg serían los Diderot y los Voltaire de nuestro tiempo, reencarnados en empresarios tecnófilos y asociales.

Leer artículo competo en: http://www.editorialcapin.com.ar/principal/repercusiones

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